Discurso de Catalina Agosin en el Día de la Mujer en WIZO

Señoras y señores,

Constituye para quien se dirige a ustedes un privilegio un día como hoy, “Día Internacional de la Mujer”, saludar a las miles de mujeres chilenas que afrontan la vida con energía casi sobrenatural, muchas que al amanecer despiertan a sus hijos para asistir a la escuela, para llevarlos ellas mismas, se encargan de sus casas y disponen todo lo necesario para proveer y proteger sus familias.

Eficientes, dinámicas, muchas de ellas además trabajan toda una jornada en distintos ámbitos, incluso se dedican a la vida comunitaria, heroínas anónimas de nuestra historia, la luz que irradian deja huellas a su alrededor.

Mi vida y mi historia es como la de muchas de ustedes.

Nací el 27 de Julio de 1950 en el seno de una de las familias más antiguas de la Comunidad Israelita de Valparaíso, la familia Agosin. Soy segunda generación en Chile, nieta de don Marcos Agosin y Sofía Drullinsky, ambos rusos que emigraron al inicio del siglo XX huyendo de persecuciones y pogroms, y de don Don Leon Rosenberg y Adela Elberg, rumano y argentina, ésta última mi abuela quien marcó significativamente mi vida y carácter, enseñándoles a sus cinco hijos, una de ellas mi madre, y especialmente a mí, el rigor en el trabajo, orden y transparencia en todos los actos de la vida.

Mi primera infancia la viví en Valparaíso, recibiendo mi educación primaria en el Colegio Hebrero Jaim Weitzman, para posteriormente cursar la educación secundaria en el Liceo de Niñas N° 1 de Viña del Mar, donde aprendí la importancia de los valores de igualdad, superación y sacrificio de muchas de mis compañeras.

En 1969 ingresé a la Universidad Católica de Valparaíso, a la Facultad de Historia y Geografía para formación en Licenciatura en Historia, requisito básico en esa época para la formación de arqueólogo, mi gran anhelo, pero la vida tiene circunstancias maravillosas y, en el año 1971, mi esposo y yo, recibimos con sorpresa el nacimiento de nuestros hijos mayores, trillizos. ¡Qué locura, tenía sólo 19 años de edad! Sin lugar a dudas un cambio radical y maravilloso en mi vida, que posterga definitivamente mis aspiraciones.
Años después nace mi segunda hija, quien me brinda una maternidad tranquila, intensa y maravillosa.

Durante mi adolescencia tuve una activa participación en actividades comunitarias, en el colegio Hebreo, Maccabi de Valparaíso, para posteriormente activar en Wizo y B’nai B’rith, y que constituyó la continuidad de la obra social de mis ancestros y especialmente de mi padre, quien tuvo una activa participación en la construcción de la Sinagoga de Viña y del Instituto Hebreo de Viña, y de la ampliación a educación secundaria en éste.

Mi vida adulta da un vuelco significativo, desde una niñez placida pasa a tratarme duramente, primero con el fallecimiento de mi hija mayor en 1979, sucesivamente en el año 1980  la enfermedad de otro trillizo, en que debido a la gravedad de su estado de salud y pronóstico de vida se hizo necesario su traslado a recibir tratamiento en el Hospital St. Jude Menphis Tennesee, especializado a nivel mundial en oncología pediátrica. Se agregan a estas dificultades el cáncer que afecta a mis padres y a mí, transformándome en una sobreviviente.

Mi experiencia en el Hospital Sr. Jude, sumado a mi compromiso de dedicar mi vida a una obra social y que transcendiera la vida biológica de un ser querido que partió prematuramente, me estimuló a crear un proyecto de Hospital Oncológico Pediátrico para nuestro país, que fue presentado a la Presidencia de la República de la época y derivado a la Corporación Nacional del Cáncer para su realización. En esa época la institución era sólo una maravillosa intención, dedicada a estimular la labor voluntaria de hospital.

Visito por primera vez la institución y me sorprendió encontrar en el interior del Hospital José Joaquín Aguirre, en el patio ripiado del Instituto Radium, una mediagua del Hogar de Cristo con dos escritorios y un frigobar, sin medicamentos en su interior, eso era todo, sólo sueños y aspiraciones.

Han pasado casi 40 años de entrega y dedicación, a la que fueron uniéndose muchas y valiosas mujeres, profesionales de salud y de otras disciplinas, empresarios y comunidad en general, para llegar hoy a un equipo de 750 personas que con esfuerzo y dedicación hemos logrado crear, construir y mantener 27 sucursales de CONAC a lo largo de nuestro país, un banco central de medicamentos y 26 sucursales, 9 Farmacias-botiquines oncológicos, 11 casas de acogida, 3 centros médicos y un centro integral de cuidados paliativos y de fin de vida.

Gigantesca labor que permitió durante el 2018 subsidiar 77.000 tratamientos, entre lo que se destaca otorgar 100% de gratuidad a 246 pacientes de por vida portadores de leucemia mieloide crónica linfocítica aguda y variedad cáncer gástrico Gist no cubiertos por Ley Auge y que significa un aporte de US$ 3.000.000, la atención de 250.000 personas sanas bajo programas de control preventivo regular, la hospitalización ambulatoria de 6800 pacientes de escasos recursos de zonas alejadas, derivados desde hospitales de mayor complejidad a nuestros centros de acogida, para recibir prioritariamente tratamientos de Radioterapia y Quimioterapia ambulatoria.

¿Qué motiva a un grupo heterogéneo a trabajar por un logro común? Sin lugar a dudas, la misión de la Corporación Nacional del Cáncer: servir a la comunidad a través de la Educación, Prevención, Detección Precoz, Investigación y Tratamiento del Cáncer, acciones tendientes a favorecer el acceso igualitario a la salud, sin distinción de condición social, colaborando eficiente y coordinadamente con las autoridades de salud en el control de la enfermedad, al servicio de los enfermos de cáncer de nuestro país.

Mis sinceras felicitaciones a nuestra gran historiadora Sra. Sol Serrano, con quien tengo el privilegio de compartir esta importante distinción, mujer sabia, valiente, fuerte, veraz, pero por sobre todo admiro profundamente su mirada republicana de nuestro país .. y que sin lugar a dudas la historia la reconocerá, no sólo hoy, sino en el mañana, como una de las más destacadas mujeres chilenas.

Al finalizar, mis más sinceros agradecimientos a Federación WIZO Chile y a la Embajada de Israel, quienes me otorgan esta importante distinción, que recibo en nombre de todos y cada uno de los miembros quienes conformamos la obra social de la Corporación Nacional del Cáncer a nivel nacional.

Mi agradecimiento más profundo a mi familia, especialmente a mi esposo por haber respetado mi derecho a vivir mi propia identidad, mi crecimiento individual y logro de mis objetivos.

A mis maravillosos hijos, muchas gracias por esos momentos en que no pude estar presente, los respeto y admiro en cada uno de sus individualidades, los amo y me siento profundamente orgullosa de ser vuestra madre.

Sólo he pretendido en esta vida ser feliz y contribuir a mi patria, Chile, que acogió a mis antepasados sin discriminación, brindándoles protección, cobija y grandes oportunidades

Finalmente, sentir que 39 años de trabajo Ad Honorem al servicio de los enfermos de cáncer y de la Corporación le han dado sentido a mi vida, he sido inmensamente feliz y lego a mis 7 nietos, uno de ellos presente, lo más significativo de mi vida, las enseñanzas que me inculcaron el rigor, en el trabajo, la perseverancia, transparencia y rectitud en todos los actos de la vida, y humildad.

Muchas gracias a todos y todas.