La Conferencia de Wannsee: una oportunidad para educar

Artículo de B’nai B’rith Chile para Revista Shalom – edición enero 2022

Por Daniel S. Mariaschin, Director ejecutivo de B’nai B’rith Internacional

En años previos al ascenso del nazismo en Alemania, B’nai B’rith era la más grande de las organizaciones judías alemanas, acogiendo al año 1933, a más de 100 logias en el país.

El principio del fin ocurriría en 1937, cuando las SS, cerraron por la fuerza nuestra organización en territorio alemán. Los judíos que no salieron de Alemania a principios de 1939, en ese entonces más de 400.000 cuando Hitler llegó al poder, tendrían ya firmado su triste desenlace.

El día 20 de enero de 2022, conmemoramos el 80° aniversario de la Conferencia de Wannsee.

Infame reunión de funcionarios nazis, en la cual, se sella la aprobación a la denominada por ese entonces “Solución final a la cuestión judía”.

A modo de contexto, en el momento de realización de esta reunión, las Leyes de Nuremberg, los decretos discriminatorios dirigidos a los judíos alemanes, ya habían estado en vigor durante más de seis años. La guerra había asolado Europa desde el 1 de septiembre de 1939, tras la invasión nazi de los territorios polacos, resultando los judíos de las regiones afectadas, detenidos y asesinados.

La reunión de Wannsee, que lleva el nombre de la villa ubicada a las afueras de Berlín, donde tuvo lugar la reunión. Aquella fue convocada por Reinhard Heydrich, por ese entonces director de la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich), cuyas ramas incluían la Gestapo y la organización de seguridad interna, las SD. Con la asistencia de quince representantes de alto rango de los ministerios del Tercer Reich y oficinas relacionadas, incluido entre ellos Adolf Eichmann, quien se desempeñó como secretario de actas de la reunión. En tan solo síolo 90 minutos de duración, Eichmann presentó una lista de las poblaciones judías, tanto en las regiones ocupadas por los nazis, como en los países aliados o “estados títeres” de Alemania, así también, de las pocas naciones europeas que gozaban de libertad. La discusión, se centró en la deportación de los judíos al “Este”, donde trabajarían hasta la muerte o serían asesinados en masa. Las notas de Eichmann sobre la reunión, estaban redactadas con eufemismos, pero el mensaje de Heydrich era claro para todos: los judíos de Europa iban a ser liquidados.

Según declaraciones hechas por Eichmann en su juicio por crímenes de guerra en Israel, hubo un entusiasmo generalizado por el plan entre los presentes.

La teoría racial nazi en pleno juego

Otro de los temas en discusión en Wannsee, se centraba en la definición de lo que constituía un judío. La teoría racial nazi, estaba en pleno juego aquí, ya que los participantes discutieron cuántos abuelos judíos o parejas no judías eran necesarios para establecer la judeidad de la persona; si los hijos de matrimonios mixtos se criaron como judíos o cristianos, determinarían si uno era judío o no. Al final, toda esta discusión hizo poca diferencia al minuto de llevar a cabo la Solución Final.

Hasta el momento, solo se han encontrado escuetas notas y unos pocos minutos de grabación sobre la conferencia. Se cree que cualquier otro registro hecho por los participantes, fue probablemente fue destruido en los últimos días de la guerra.

La Villa de Marlier transformada en un lugar de memoria y educación

Construida en 1914, la Villa Marlier de Wannsee es recordada por la reunión de 1942 que determinó el destino de los judíos de Europa. Hoy conocida como Haus der Wannsee-Konferenz, funciona como un centro educativo y un monumento a las víctimas de la Solución Final. Tuve la oportunidad de visitarla hace algunos años en una misión de líderes judíos a Berlín.

Sus habitaciones, se han convertido en galerías en las cuales, se expone permanentemente la muestra “La conferencia de Wannsee y el genocidio de los judíos europeos”.

Ocho décadas después, el término “Solución final” sigue siendo escalofriante, resultándome difícil y estremecedor, incluso al momento de escribir estas palabras, especialmente cuando recuerdo aquella visita al lugar donde se zanjó el macabro destino de mi familia y nuestro pueblo.

La mesa, alrededor de la cual se reunieron los oficiales nazis todavía está allí. Un cartel en cada lugar con el nombre de cada uno de los asistentes, nos recuerda el espacio que cada uno ocupo durante la conferencia. También es posible encontrar sobre ella, una lista de los países europeos y sus poblaciones judías, la cual fue utilizada durante la discusión y marcaría el triste destino, que tan solo tres años a partir de esa fecha, tendría como resultado que la mayoría de los territorios europeos, sería despojado de la totalidad —o casi— de sus comunidades judías.

Detengámonos un minuto, y pensemos en lo escalofriante que resulta lo “profesional” de la “solución” propuesta por Heydrich, Eichmann y sus secuaces y colegas en el crimen.

Un plan de asesinato en masa, que sellaría el destino de seis millones de judíos en Europa, el que se decidió en tan solo 90 minutos.

Es un imperativo que al recordar el Holocausto debamos personalizarlo, darle cara a nuestras victimas, victimarios y procesos. No sea que las barbaries realizadas por los nazis y sus colaboradores, durante un período tan corto de tiempo, se transforme con el paso del tiempo y la historia, simplemente en una confusión de la historia que, a medida que nos alejamos del Holocausto, disminuya la enormidad y total devastación de los judíos europeos. Nunca debemos olvidar la magnitud de discutir alrededor de una mesa y en una hora y media, el destino de tantos, que, para nuestro pueblo, resultó en seis millones de asesinatos, seis millones de vidas perdidas.

En el caso de mi familia, particularmente la de los parientes de mi madre en Lituania, su destino estaba sellado seis o siete meses antes de Wannsee, cuando los nazis marcharon sobre el país en 1941 y comenzaron una campaña que vio, solo un año y medio después, a más del 90% de su población judía asesinada, la mayoría en propio suelo lituano. No se molestaron en deportar a esos judíos; la mayoría fueron simplemente rodeados y fusilados en barrancos y bosques. En el bosque donde se llevaron a mis parientes, murieron unos 11.000 judíos, y con ellos, muchos de los pequeños shtetels y pueblos de la región.

Después de todos mis años de estudiar el Holocausto, visitar sitios como ese en Lituania, conectados con mi familia; o los Campos de Concentración en Alemania, Polonia y otros lugares, y trabajar en programas de restitución y recordación del Holocausto, resulta frustrante constatar que los judíos europeos fueron totalmente abandonados. Hitler dejó claras sus intenciones todos los días, su ideario y macabro plan de exterminio, solo culminó con esa reunión del 20 de enero en Wannsee.

La comunidad internacional tuvo nueve años para hacer algo, cualquier cosa para prevenir o interrumpir sus designios genocidas, pero nada sucedió.

El deber de la educación

Estudios recientes revelan que, la mayoría de los Millennials y de los Generación Z de los Estados Unidos, no pueden nombrar un solo Campo de Concentración, ni tienen la menor idea de cuántos judíos fueron asesinados en la Shoá. Alrededor del 10% de los encuestados en uno de estos estudios, arroja que cree que los judíos mismos contribuyeron a su propia desaparición.

El fallecimiento de Leon Kopelman hace tan solo unos meses, quien fuera el último luchador conocido del Levantamiento del Ghetto de Varsovia, es un llamado más a la acción urgente para promover la educación sobre el Holocausto, y que, esta no solo debe ser dentro de nuestra comunidad, sino, especialmente fuera de ella. El paso del tiempo e Internet, han permitido que la negación del Holocausto se convierta en uno de los principales ingredientes del repunte del antisemitismo contemporáneo.

Fueron necesarios 90 minutos para sellar el destino de nuestros hermanos y hermanas en Europa. En su memoria, como comunidad y como B’nai B’rith, tenemos el firme compromiso de contar su trágica historia, nuestra trágica historia.

Debemos hacer todo lo posible, por hacer que esta, no se repita en ningún rincón del mundo.