Hogar de Niños de B’nai B’rith Chile: Benevolencia en su máxima expresión
Artículo de Revista Shalom – Agosto 2021
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Basado en lo escrito por Yael Benadava en el libro “Hijos del Pacto”, publicado en 2010.
En el marco del aniversario 85 de la fundación de la Logia Pacífico, primera logia en nuestro país y cuya fundación da origen a B’nai B’rith Chile. Seguimos compartiendo con ustedes, parte de la rica historia de nuestra institución. En esta ocasión los invitamos a conocer a través de los recuerdos, la casa de Maira 924, el Hogar de Niños de B’nai B’rith Chile.
Del dolor al amor
Corría el año 1963, cuando el matrimonio formado por Inés y Juan Will, se propuso formar un Hogar de Niños, en memoria del fallecimiento de su único hijo. El hogar recibió el nombre “Negba”, en honor a la Filial de B’nai B’rith de la que el matrimonio formaba parte.
Henri Schlesinger, miembro del último directorio del Hogar, comenta que la idea surgió de Inés, quien, tras su dolorosa pérdida, sintió la necesidad de hacer algo. En esa búsqueda, llegó a la existencia de niños marginales de ascendencia judía en distintos sectores de la ciudad, planteándose la misión de rescatarlos y acercarlos a la comunidad.
Rápidamente Inés logró reunir a media docena de niños judíos en situación irregular, todo este trabajo, sin ayuda alguna. Con el pasar del tiempo, el número de niños y sus necesidades fueron creciendo, tras lo cual, la señora Will buscó ayuda y compromiso de su Logia. Con este apoyo, se logró contratar funcionarias para que atendieran las labores domésticas y cuidaran a los niños beneficiados por esta iniciativa.
En 1970, el matrimonio decidió emigrar a Israel. Antes, los Will se reunieron con los Hermanos de su Filial. Estaban muy preocupados por el futuro de los cerca de veinte niños que vivían en el Hogar. Necesitaban clarificar quiénes y cómo se harían cargo de los pequeños, cuando ellos dejaran Chile. La Filial Negba comprometió entonces su trabajo, y asumió la responsabilidad de continuar la obra iniciada por Inés y Juan Will.
En un principio, los Hermanos de Negba arrendaron una casa para establecer el Hogar, pero muy pronto surgió la necesidad de comprar una propiedad para este noble propósito.
Maira 924, la materialización del sueño
Corría ya la primera mitad de los años ochenta, momento en el cual el sueño y necesidad de un establecimiento propio se hace realidad. Se materializó la compra de una hermosa casa, ubicada en la calle Maira 924, en la comuna de Providencia; lugar en el cual, se haría parte la historia más conocida del Hogar de B’nai B’rith.
B’nai B’rith procuraba cubrir todas las necesidades de los pequeños, todos ellos provenientes de familias con distintos tipos de dificultades. Para muchos niños el Hogar se convertiría en un verdadero nido. Se repetirían los casos de chicos que ingresarían muy pequeños y permanecerían en el Centro durante toda su adolescencia. “Nuestra casa, es una como la de cualquier persona de la colonia. Somos una familia normal, muchas veces nosotros llenamos los espacios y vacíos de los padres ausentes”, refería una joven de 16 años, habitante del Hogar en ese entonces.
El Hogar funcionaba de lunes a viernes, por lo que, los fines de semana volvían a sus casas, con el compromiso de retornar al Hogar los domingos por la noche. De esta forma, en el caso de ser posible, los niños mantenían una importante conexión con sus familias de origen.
La Filial implementó un sistema de trabajo, que incluía la división de tareas necesarias para el funcionamiento diario, como el aprovisionamiento de ropa, alimentación, aseo, entre otras. De forma prioritaria, se organizó un grupo que buscaba construir un ambiente judaico en el Hogar de Niños.
Todos los viernes se celebraba Shabat y festividades cuando correspondía, era fundamental que crecieran como niños judíos.
En este marco, sería injusto no reconocer el aporte que hacían otras instancias comunitarias como, por ejemplo, la ayuda que brindaban las mujeres de WIZO mes a mes.
Al poco tiempo, el proyecto se convirtió en un motivo de unión para toda B’nai B’rith. “El Hogar de Niños aportó objetivos y tareas a las Logias”, reflexiona el ex director ejecutivo, Ram Tapia. Es así que, la Filial Jaim Weitzman hacía aportes permanentes de dinero, ropa y especies; llegando incluso a realizar funciones de estreno de cine, con el propósito de recaudar fondos para la causa. Por su parte, las Hermanas de Heschel, se turnaban para ayudar a los niños del Hogar con sus tareas e ideaban actividades para entretenerlos. Esta Logia organizó desfiles de modas, para reunir fondos para este centro. Otras, como la Filial Yehuda Halevi, hacían bingos para recolectar dinero con el fin de levantar la lavandería del Hogar. Incluso, se logró regalar un computador, bien escaso por aquellos años. Cumplir las leyes judaicas fue lo que inspiró a los Hermanos de la Filial Santiago, quienes apadrinaban a algunos jóvenes para la realización de su respectivo Bar Mitzvá. Otros generosos aportes, permitían que los niños tuvieran un seguro médico escolar e Isapre para cubrir los posibles problemas de salud.
El Hogar de Niños, único en su género dentro de la comunidad judía latinoamericana, era un tema frecuente en las agendas de diarios y revistas de la colectividad, tanto en Chile como en el extranjero.
Siendo el año 1986, ya 30 niños les daban vida a los tres pisos de Maira 924.
A fines de los años ochenta, el proyecto sufrió el desgaste propio de los años. Sus directivos reformularon los objetivos del Hogar y crearon una nueva estructura profesional, que apoyó el trabajo de los voluntarios. Una psicóloga, una asistente social, una persona a cargo de la Educación y otra de los asuntos administrativos, se integraron a este verdadero patrimonio social. Producto de esta reingeniería nació el “Proyecto Tutores”, iniciativa que surge con la idea de acompañar a los niños, y así demostrarles un compromiso emocional frente a las experiencias que estaban viviendo.
El trabajo voluntario, necesitaba cada día más dinero para financiar las diversas iniciativas que beneficiaban a los chicos de este Centro. Las donaciones de los socios del Hogar, eran la principal e importante fuente de ingresos.
El Hogar de Niños, se desarrollaba bajo el alero de la Comisión de Asuntos Comunitarios, cuya directiva pertenecía a la Filial Negba desde los inicios del Hogar. Con el peso del paso de los años, el grupo comenzaba a ver disminuida su energía. Es entonces que, durante una importante reunión de directorio, el punto central de la tabla fue tratar la urgente necesidad rejuvenecer el equipo a cargo, misión que miembros de las filiales más jóvenes aceptaron con entusiasmo y orgullo. Henri Schlesinger asumió en ese entonces la presidencia.
Nueva década, nuevos desafíos
Corrían los años 90, para ese entonces, sólo diez niños vivían en el Hogar cuando la nueva directiva asumió el desafío. La baja en el número de beneficiarios, obedecía a un cambio en el esquema social de las familias, que antes requerían en mayor medida de los servicios de la institución. En ese nuevo escenario, se intentaba mantener el espíritu que le dio origen a este proyecto.
El Hogar era una obra apreciada por muchos, principalmente como un legado histórico, pero su vida útil estaba llegando a su fin. Algunos dirigentes de la Orden, comenzaron a cuestionar la continuidad del proyecto. “A la persona que siempre recuerdo con mucho cariño es al Q.H. Pinkus Goldblum (ZL). Cada vez que se presentaba una oportunidad, defendía con pasión el tema del Hogar. Consideraba que, mientras hubiera un niño en el recinto, la existencia de esta obra, seguiría teniendo sentido”, recuerda Carmen Muñoz.
Muchos de los jóvenes se encontraban prontos a cumplir la mayoría de edad, siendo esta, una de las principales preocupaciones del directorio de recambio. Los chicos debían dejar el cobijo del Hogar, y volver a sus complejas realidades.
El tema de la continuidad del Hogar fue un tema clave en la agenda de la más alta instancia de la Hermandad, la Convención de 1995. La evidencia los hizo concluir que las razones que hicieron surgir al Hogar, afortunadamente, ya no eran aplicables dentro de la comunidad, lo que se manifestaba, por ejemplo, en que a esas alturas tan solo quedaban seis niños viviendo en la casa de Maira 924. Es así, que la Hermandad tomó la difícil decisión de cerrar definitivamente el Proyecto del Hogar de Niños.
B’nai B’rith Chile, por medio de Sergio Bitrán, presidente en aquel entonces; asumió el compromiso de seguir acompañando a los niños, especialmente en el ámbito de su educación. La Fraternidad toda, continuaría protegiéndolos el tiempo necesario. Su palabra se cumplió.
Mientras se concretaba el difícil proceso, los integrantes del directorio del Hogar de Niños, intentaban reducir el impacto que sufrirían los muchachos. “Algunos nos traíamos a los niños y hacíamos Shabat en nuestras casas. O venían las mamás con sus hijos. La meta era entregarles contenido hasta el final, para que no sintieran el terremoto que estaba pasando”, rememora Carmen Muñoz. Finalmente, todos los niños fueron acompañados por voluntarios de la Hermandad en el proceso, haciendo que la transición fuera lo menos dura posible. Algunos de ellos hicieron aliá, muchos otros se transformaron en grandes personas que han hecho vida activa en nuestra comunidad. Así, la Hermandad, le puso candado a tres décadas de vida, alegría, esperanza y, sin duda, de mucha entrega.
Pero, la historia de los niños del Hogar ya había comprometido las conciencias bnaibriteanas, asumiendo el mismo directorio, aún sin la venia oficial de la institución, la misión de apoyar en sus estudios a un joven que carecía de los recursos para hacerlo. Es así que, un maravilloso y trascendental proyecto, como lo fue el Hogar de Niños de la B’nai B’rith, o Negba, como era conocido en sus inicios; se transforma en la piedra fundacional de un nuevo proyecto de la Fraternidad, el programa ProBecas, el que, hasta el día de hoy, ha permitido que más de 154 jóvenes de nuestra comunidad, puedan cumplir su sueño de ser profesionales.